Santísimo Cristo de las Tres Caídas (Sevilla)
La imagen del Santo Cristo está atribuida a Marcos Cabrera, del primer tercio del siglo XVII, y está realizada en madera policromada. La talla mide 1,14 m de altura. La imagen cristológica ha sido sometida a diversas restauraciones; la primera de ella está fechada en 1894 y fue llevada a cabo por Manuel Gutiérrez Reyes y Cano, quien le sustituyó la primitiva cabellera de pelo natural por otra de pasta de madera. En el año 1929 fue restaurado por el escultor Castillo Lastrucci y en los años 1983 y 1989, por el escultor sevillano Luis Álvarez Duarte, que realizó el actual cuerpo de la imagen nazarena.
Nuestro Padre Jesús del Gran Poder (Sevilla)
Es muy difícil intentar condensar en unas líneas el sentido, los sentimientos y la naturaleza de la imagen de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder. Además de sus indudables valores artísticos e históricos, sus valores devocionales lo han convertido en una imagen universal, sin la que es difícil entender el barrio de San Lorenzo, cuyo eje es la Parroquia primero y la Basílica después y cuyo ritmo se acelera cada viernes, cada cuaresma, cada Semana Santa. Una devoción sin la que es difícil conocer a la propia ciudad que a lo largo de los últimos siglos lo ha mantenido como referente de su vida espiritual, convirtiendo su rostro en el que muchos piensan cuando lo hacen en Dios mismo. Una devoción sin la cual sería difícil comprender la Semana Santa que conocemos.
La imagen, largamente creída obra de Juan Martínez Montañés en función a la temprana muerte de Juan de Mesa y la falta de documentación de la época que hiciera referencia a su genio por encima del de su maestro, es una talla única, realizada en madera de cedro con la peana en pino de segura, de una medida cercana a los dos metros, distorsionada por el efecto de su posición, sacrificio auténtico de la escultura en virtud de la cual se exalta su dinamismo y realismo. Está completamente tallada, con los brazos articulados para disponerlos entorno a la cruz o maniatarlos para traslados y su anual besamanos.
Está policromada, con deficiencias en la conservación de su integridad, lo que a lo largo de los años ha aumentado la referencia a su aspecto doliente, acrecentando con el tiempo como un ser humano, su sufrimiento en la tierra.
En 1920, Adolfo Rodríguez saca a la luz la posibilidad más que científica de que la hechura del Señor, como las de las esculturas del Cristo de la Conversión y el de la Misericordia del Convento de Santa Isabel sean obras de Juan de Mesa y Velasco.
En 1930, Heliodoro Sancho Corbacho encuentra el documento de la carta de pago de la obra, conjunta a la ejecución del San Juan, por los que Juan de Mesa recibe 2000 reales de a treinta y cuatro maravedíes cada uno en una relación cerrada en octubre de 1620. En el documento se cita la regencia de la hermandad por el entonces mayordomo Pedro Salcedo, constando en el mismo Alonso de Castro como pagador y Alcalde de la Cofradía y pudiendo estar vinculado como policromador, al menos de San Juan, el hermano de la corporación Francisco Fernández de Llexa. Desde entonces se debe reescribir la Historia del Arte y de la Semana Santa en Sevilla y Andalucía, encumbrándose la figura del escultor cordobés, autor sin duda tocado por una magnitud creativa y humana desbordante a juzgar por las obras magistrales de la imaginería que ejecuta entre 1618 y 1621: Cristo del Amor, Cristo de la Conversión, Gran Poder, Cristo de la Buena Muerte, Cristo de la Misericordia y Nazareno de La Rambla entre otras.
El Señor es una imagen eminentemente de su tiempo, una escultura moderna en toda la extensión del término, pues es desde su creación referente de los principios marcados por el Concilio de Trento y en la vía a seguir por el arte, cuyo ejemplo y relevancia es fundamental para la conmoción, aprendizaje y sentimientos del pueblo y lo es contemporánea a la vez, en cuanto sus fundamentos como imagen han crecido hasta su dimensión actual. En ese sentido, como en el estilístico, el Gran Poder marca un punto de inflexión en la escultura que hasta entonces ilustra las creaciones del cambio del s. XVI al XVII, cuyo referente guarda clasicismo y humanismo heredado del aprendizaje renacentista; cuyas obras son referentes mundiales de la creación en madera, —Montañés en Pasión y en el Cristo de la Clemencia o en el mismo 1620 Mesa en el Crucificado de la Buena Muerte—, tornando hacia un arte más temperamental, en el que la fuerza arrasa hacia un realismo que es cercano al pueblo, que exalta sus sentimientos.
Las imágenes, como la de Jesús del Gran Poder, llegan a ser dinámicas, reales y cercanas tanto en los retablos en los que se veneran cada día como en las calles, sobre los pasos y andas procesionales, pero guardando la misma genialidad que las hace obras de una dimensión insuperada.
Culminada la belleza formal del Manierismo, la escultura exenta barroca sevillana alcanza en la efigie de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder una expresividad única, especialmente marcada en su rostro y en sus ojos, que son plenitud de amor, de esperanza y de firmeza ante los designios de la vida; marcada por la emotividad y el dramatismo, que se plasma aquí en la zancada poderosa que lo aturde camino de la muerte haciendo presagiar un desenlace dramático, pero tomada con la resignación con la que amorosamente envuelve con sus manos el madero que será de su sacrificio sabiendo que la gloria es tras la muerte; marcada por el realismo patético que se nutre de la plástica de los estudios del natural como lo muestran las heridas de su rostro, la corona de la serpiente del pecado que Él derrota que se enrosca imbricada en su cabeza, las espinas que traspasan la ceja y con ella su mirada de amor y que le hieren en la frente y la oreja, llevando al espectador y devoto hacia un espíritu penitencial en el que Cristo entra en diálogo cercano con el hombre, le muestra resignadamente su destino y lo acoge inundando de ternura y de firmeza al que lo presencia.
Y todo ello lo logra Juan de Mesa dotando a la imagen de una anatomía perfectamente pensada, en la que el cuerpo descompensado, largamente abierto el compás de su zancada, se inclina arqueando su espalda en un dinamismo exacto que evita la caída mostrando a Cristo asiéndose a la Cruz, ensimismado en su dolor, retraído pensando que ya todo está escrito, que su penar va camino del final. Ha pasado la noche de la detención, del juicio y del escarnio y el Señor está a punto de llegar al Calvario para ser crucificado, va a encontrarse con María, su madre, es el momento más desgarrador del sufrimiento en vida de los mortales y aún así, en su andar y en su rostro, severo y bondadoso a la vez, este Nazareno transmite la mayor de las esperanzas.
Padre Jesús del Mayor Dolor (Cádiz)
El misterio representa a Jesús con la Cruz a cuestas en el encuentro con las mujeres hebreas camino del Calvario, tras haber sido enjugado su divino rostro por el paño de la Verónica. Se realizaron las tallas del Nazareno, María Santísima y la Verónica por el escultor isleño José Bey, pero no fueron del agrado de la Cofradía y no se bendicen, a excepción de la Verónica. La talla del Señor del Mayor Dolor es obra del imaginero gaditano Miguel José Láinez Capote en 1950; fue restaurado por Pedro Macías Sánchez y Mario César de las Cuevas en 1991.
Nuestro Padre Jesús Caído (Cádiz)
La talla del Señor Caído es del escultor gaditano Miguel Láinez Capote, que la realizó sobre una viga de caoba de la Iglesia del Carmen en 1941. Ha sido restaurada por Antonio Eslava (1960), José Paz Vélez (1968) y Arquillo Torres (2006).
Santísima Virgen del Rosario en sus Misterios Dolorosos (Cádiz)
El 15 de Octubre de 1.939, es bendecida la Imagen de la Santísima Virgen del Rosario en sus Misterios Dolorosos, obra también del imaginero D. Miguel Lainez Capote,
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